De los corrales de Mataró a los escenarios de medio mundo, la aventura artística y personal de Peret, el artista que con un poco de mambo, un chorro de tanguillo y una pizca de rock creó la rumba catalana.
En 1968 un nuevo sonido conquistó los escenarios de medio mundo: la canción “Borriquito” se escuchó ese año en emisoras de toda Europa y América Latina, llegando a estar hasta siete semanas en las listas de grandes éxitos de Alemania y Holanda. Sus intérpretes: tres gitanos catalanes, que con tan sólo una guitarra a ritmo del ventilador y dos palmeros, entonaban un nuevo género musical que mezclaba el ímpetu y la impronta del rock, el sabor de los ritmos caribeños y su estilo de raíz: el deje flamenco, o gitano.
Pronto los medios de comunicación bautizaban el nuevo género como “Rumba catalana”. Su artífice, un gitano catalán conocido como Peret, nacido en las barracas de Mataró, y crecido en la calle de la Cera, uno de los guettos gitanos de Barcelona, lugar donde la comunidad romaní se estableció por primera vez en la península Ibérica, hace más de 400 años.
Pero cuando estaba en lo más alto del éxito, por sorpresa Peret abandona la música, para dedicarse durante 9 años a ejercer de Pastor de la iglesia evangelista de Filadelfia, una doctrina que se extiende muy rápidamente entre la etnia gitana. En esa época empieza a difundirse la idea de que Peret no es en realidad el creador de la rumba catalana, y surgen otras teorías.
En el año 2014, Peret, ya anciano, sufre una grave enfermedad respiratoria. En una conversación íntima con su nieta Santa, le habla de esta polémica sobre la creación de la rumba, de su tristeza al respecto, y de un material audiovisual que ha estado recopilando. Pocas semanas después fallece, y Santa decide que debe poner un pie un documental sobre la creación de la rumba catalana.
Durante esos días en la calle de la Cera se reúnen para recordar viejos tiempos, algunos de los gitanos que acompañaron a Peret en su periplo a la fama, y recuerdan cómo era antes la vida en ese mismo barrio, cuando los gitanos se dedicaban a la venta ambulante, y como los artistas anónimos derrochaban talento de forma espontánea en las juergas que surgían en bodas y celebraciones.
Mientras, la familia de Peret se vuelca en los preparativos para la boda de Amy, bisnieta del músico, y a través de diferentes encuentros entre Barcelona y Mataró, recuerdan a un Peret de gran sabiduría al final de su vida, que se debatía entre dos mundos: el payo y el gitano, y que marcó sus vidas para siempre.
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